jueves, 27 de octubre de 2011

Mi sobrino adolescente



Hace 13 años llegó a este mundo Camilo, mi sobrino adolescente. Todo era felicidad en el hogar de mi hermana y su esposo en ese momento. Camilo era un bebé hermoso, rozagante, dócil y lleno de vida. Pero para bien o para mal mi sobrino creció y en este momento pasa por su adolescencia, la etapa del TO Be or NOT TO BE, la edad del tibiri tabara, el juego en el noveno ining, bases llenas, dos out y dos strikes.

En estas cortas líneas trataré de definir a mi sobrino Camilo, sus costumbres, su forma de ser, sus hobbies, la relación con sus amigos y sus padres. Este es mi sobrino, pero tal vez sea la definición de la mayoría de adolescentes del momento.

La tecnología nació con él, cualquier instrumento que caiga en sus manos sin importar que lo conozca o no, en menos de cinco minutos lo maneja con total maestría. Se la pasa todo el día jugando con su PSP (Play Station Portátil) y sólo lo deja para jugar en el X-Box, y de ahí se va al computador y de éste nuevamente al PSP, pero eso sí, no hace sino quejarse todo el tiempo diciendo “tronco de pava tío, estoy aburrido”. Yo le digo “no sea burra que ese animal es muy feo”. El, me mira con cara de “pinta un bosque y piérdete”, se da media vuelta, me deja hablando solo y de inmediato enciende su ipod a todo volumen, se coloca sus audífonos y se traslada a un espacio que solo él y sus amigos conocen. En ese momento no ve, no oye, ni entiende nada del mundo exterior y un zombi pareciera tener más vida. Toda su energía, todo su ser se centra en la música, si es que se le puede llamar música a eso que sale de su aparatico sonoro.

Sus ídolos ya no son Supermán, el Hombre Araña, el Capitán América, ni mucho menos su papá. Ahora venera a Don Omar, Tito el Bambino y Daddie Yankee y canta sus coros a todo pulmón donde nunca faltan palabras como “perreo”, “menéalo” o “zandungueo”. ¡Por Dios, a qué clase de secta pertenecen! ¿Dónde quedaron las baladas de Bryan Adams para enamorar, los versos de Diomedes Díaz para dedicar en una parranda o el merengue de Wilfrido Vargas para brillar hebilla y azotar baldosa? Sin preguntárselo a mi sobrino él me responde: “en la prehistoria tío, en la prehistoria”. Definitivamente debe tener la razón y de ahí es donde yo provengo porque por más que lo intento no puedo lidiar por más de diez minutos con esa música.

Ya no se divierte con Mario Bros ni ningún otro inocente juego, su más reciente adquisición se llama “San Andreas”, un juego donde hace las veces de un malhechor y debe matar civiles, policías, peatones con armas de fuego, armas blancas, su vehículo o a puño limpio. Entre más sangre salga en la pantalla, más divertido será el juego para él.

Al verlo todo el día jugando le pregunto “¿ya hiciste las tareas?”, y con una pasmosa tranquilidad me responde “no me pusieron tareas”, o en el mejor de los casos “ya las hicimos en  el colegio”. ¿Cómo así que ya las hizo en el colegio?, ¿qué clase de paraíso vacacional es la entidad que tiene como formación académica? No en vano tiene una pésima ortografía y sólo basta leer sus mensajes en facebook para que se me revuelvan las tripas. Cientos de veces lo he tratado de corregir pero siempre recibo la misma respuesta “me da igual tío, de todas formas me entendiste”.
Pese a que tiene profesores independientes de Matemáticas, Inglés y Español como refuerzo, en la última entrega de notas perdió hasta las materias fecales y solo ganó recreo, es por eso que sus padres decidieron enviarlo al Psicólogo para que superara su problema de atención y motivación. Conmigo bastaron dos correazos bien dados para encarrilarme.

Tal parece que las hamburguesas de Mc Donald´s y toda la comida chatarra que ingiere viene llena de hormonas porque su crecimiento, al igual que el de sus amigos, es descomunal y con sus escasos 13 años ya me está sobrepasando en estatura, calza 42 y tiene buena musculatura. En definitiva me quedan escasos días para hablarle fuerte y regañarlo con voz de mando porque, dentro de poco tiempo puede mandarme a callar y meterme la mano en el crucifijo de los mocos.

Practica todos los deportes en su Nintendo Wi, pero cada vez es más perezoso para los juegos en vivo y en directo. Le interesa el futbol pero no sigue ni le importan los resultados de nuestro amado Junior. Su pasión es el Barcelona y en cada partido luce orgulloso una camiseta chiveada del equipo culé y con eso se cree Leo Messi.

Pasa todo el santo día en bermudas, camiseta y chancletas tres punta´ y el único pantalón decente que reposa en su armario lo usa a regañadientes en fechas especiales de la familia. No se peina ni por casualidad y jura y come mocos que su mayor sex-appeal está en su descuido personal. Pero eso sí, es un come marca de tiempo completo y prefiere pasar hambre durante semanas ahorrando su mesada del colegio con tal de comprarse una camiseta Hollister y lucirla los fines de semana ante sus amigos.

Es que no hace otra cosa sino pedir y pedir todo el tiempo. Su más reciente antojo es el ultimo Blackberry para poder “ser alguien” dentro de circulo social. ¿Acaso cree que su papá caga plata o su mamá tiene un palito de $50.000 en el jardín de la casa? Pero los papás con tal de no “traumatizarlo” son capaces hasta de empeñar la conciencia para satisfacer los caprichos de su “bebé”.

Cuando el almuerzo en su casa es sancocho de pescado y a Camilo no le provoca, su madre (mi hermana) mueve cielo y tierra para que “el niño” coma a la carta lo que le apetezca. En mi época yo le tenía temor y respeto a mis padres, hoy día tal parece que los roles se han invertido.

Tiene mil amigos y cuando está con ellos se siente el rey del universo, todo un león con la valentía necesaria para vencer al más feroz de los batallones. Pero cuando está solo es un simple gatito, tímido, callado y temeroso.
La jerga con esos amigos es digna de un clan de gamines y a veces hasta parece que hablaran otro idioma diferente al español. Cuando la conversación es por el chat el diálogo se torna incomprensible por el exceso de abreviaciones, mayúsculas innecesarias, errores ortográficos y modismos y una frase tan sencilla como “Hola tío, ¿cómo estás? Mi mamá te manda a decir que vayas este fin de semana a la casa. Saludos” se convierte en “Ey Mk koMo tAs, la cUcHa Ke vAllAs al RaNcHo eStE fInChO. NosPi”. Al leer eso mi mente se torna en un gran interrogante "¿¿¿???".

Con la edad que tiene, Camilo se cree la última Coca Cola del desierto y jura que tiene a Dios agarrado de las pelotas. Afortunadamente ese mismo Dios lo castiga con acné para bajarle un poco los humos. Pero esos pocos granos en su cara no han sido impedimento para que tenga gran éxito con las mujeres, muy diferente a su tío Antonio que sufrió para acercársele al sexo opuesto. A mi sobrino le llueven las mujeres y en ocasiones le toca hasta negarse. Hace unos días lo vi besarse con una linda jovencita y luego le dije “Huy Camilo, que bonita tu novia” y en tono despectivo me contestó “Ey que te pasa, esa vieja no es mi novia, es sólo una amiga”.

Yo siempre trato de darle consejos sobre la vida y los valores pero todos le entran por un oído y le salen por el otro. Para él todo aquel que sobrepase los veinticinco años es un cucho y bajo ese orden de ideas por más que yo me sienta el tío “play” no dejaré de ser todo un vejestorio con ideas anticuadas que no sabe nada acerca de ser “capo”.

Este es mi sobrino adolescente, el hace parte de la gran camada dueña del futuro de Colombia que quiere comerse el mundo a pedazos. ¡Vaya días los que nos esperan!

Antonio Javier Guzmán P.
ajguz@yahoo.com
Mi Twitter: @AJGUZMAN