Hace 13 años llegó a este
mundo Camilo, mi sobrino adolescente. Todo era felicidad en el hogar de mi
hermana y su esposo en ese momento. Camilo era un bebé hermoso, rozagante,
dócil y lleno de vida. Pero para bien o para mal mi sobrino creció y en este momento
pasa por su adolescencia, la etapa del TO Be or NOT TO BE, la edad del tibiri
tabara, el juego en el noveno ining, bases llenas, dos out y dos strikes.
En estas cortas líneas
trataré de definir a mi sobrino Camilo, sus costumbres, su forma de ser, sus
hobbies, la relación con sus amigos y sus padres. Este es mi sobrino, pero tal
vez sea la definición de la mayoría de adolescentes del momento.
La tecnología nació con
él, cualquier instrumento que caiga en sus manos sin importar que lo conozca o
no, en menos de cinco minutos lo maneja con total maestría. Se la pasa todo el
día jugando con su PSP (Play Station Portátil) y sólo lo deja para jugar en el
X-Box, y de ahí se va al computador y de éste nuevamente al PSP, pero eso sí,
no hace sino quejarse todo el tiempo diciendo “tronco de pava tío, estoy
aburrido”. Yo le digo “no sea burra que ese animal es muy feo”. El, me mira con
cara de “pinta un bosque y piérdete”, se da media vuelta, me deja hablando solo
y de inmediato enciende su ipod a todo volumen, se coloca sus audífonos y se
traslada a un espacio que solo él y sus amigos conocen. En ese momento no ve,
no oye, ni entiende nada del mundo exterior y un zombi pareciera tener más
vida. Toda su energía, todo su ser se centra en la música, si es que se le
puede llamar música a eso que sale de su aparatico sonoro.
Sus ídolos ya no son
Supermán, el Hombre Araña, el Capitán América, ni mucho menos su papá. Ahora
venera a Don Omar, Tito el Bambino y Daddie Yankee y canta sus coros a todo
pulmón donde nunca faltan palabras como “perreo”, “menéalo” o “zandungueo”.
¡Por Dios, a qué clase de secta pertenecen! ¿Dónde quedaron las baladas de
Bryan Adams para enamorar, los versos de Diomedes Díaz para dedicar en una
parranda o el merengue de Wilfrido Vargas para brillar hebilla y azotar
baldosa? Sin preguntárselo a mi sobrino él me responde: “en la prehistoria tío,
en la prehistoria”. Definitivamente debe tener la razón y de ahí es donde yo
provengo porque por más que lo intento no puedo lidiar por más de diez minutos
con esa música.
Ya no se divierte con
Mario Bros ni ningún otro inocente juego, su más reciente adquisición se llama
“San Andreas”, un juego donde hace las veces de un malhechor y debe matar
civiles, policías, peatones con armas de fuego, armas blancas, su vehículo o a
puño limpio. Entre más sangre salga en la pantalla, más divertido será el juego
para él.
Al verlo todo el día
jugando le pregunto “¿ya hiciste las tareas?”, y con una pasmosa tranquilidad
me responde “no me pusieron tareas”, o en el mejor de los casos “ya las hicimos
en el colegio”. ¿Cómo así que ya las hizo en el colegio?, ¿qué clase de
paraíso vacacional es la entidad que tiene como formación académica? No en vano
tiene una pésima ortografía y sólo basta leer sus mensajes en facebook para que
se me revuelvan las tripas. Cientos de veces lo he tratado de corregir pero
siempre recibo la misma respuesta “me da igual tío, de todas formas me entendiste”.
Pese a que tiene
profesores independientes de Matemáticas, Inglés y Español como refuerzo, en la
última entrega de notas perdió hasta las materias fecales y solo ganó recreo,
es por eso que sus padres decidieron enviarlo al Psicólogo para que superara su
problema de atención y motivación. Conmigo bastaron dos correazos bien dados
para encarrilarme.
Tal parece que las
hamburguesas de Mc Donald´s y toda la comida chatarra que ingiere viene llena
de hormonas porque su crecimiento, al igual que el de sus amigos, es descomunal
y con sus escasos 13 años ya me está sobrepasando en estatura, calza 42 y tiene
buena musculatura. En definitiva me quedan escasos días para hablarle fuerte y
regañarlo con voz de mando porque, dentro de poco tiempo puede mandarme a
callar y meterme la mano en el crucifijo de los mocos.
Practica todos los
deportes en su Nintendo Wi, pero cada vez es más perezoso para los juegos en
vivo y en directo. Le interesa el futbol pero no sigue ni le importan los
resultados de nuestro amado Junior. Su pasión es el Barcelona y en cada partido
luce orgulloso una camiseta chiveada del equipo culé y con eso se cree Leo
Messi.
Pasa todo el santo día en
bermudas, camiseta y chancletas tres punta´ y el único pantalón decente que
reposa en su armario lo usa a regañadientes en fechas especiales de la familia.
No se peina ni por casualidad y jura y come mocos que su mayor sex-appeal está
en su descuido personal. Pero eso sí, es un come marca de tiempo completo y
prefiere pasar hambre durante semanas ahorrando su mesada del colegio con tal
de comprarse una camiseta Hollister y lucirla los fines de semana ante sus
amigos.
Es que no hace otra cosa
sino pedir y pedir todo el tiempo. Su más reciente antojo es el ultimo
Blackberry para poder “ser alguien” dentro de circulo social. ¿Acaso cree que
su papá caga plata o su mamá tiene un palito de $50.000 en el jardín de la
casa? Pero los papás con tal de no “traumatizarlo” son capaces hasta de empeñar
la conciencia para satisfacer los caprichos de su “bebé”.
Cuando el almuerzo en su
casa es sancocho de pescado y a Camilo no le provoca, su madre (mi hermana)
mueve cielo y tierra para que “el niño” coma a la carta lo que le apetezca. En
mi época yo le tenía temor y respeto a mis padres, hoy día tal parece que los
roles se han invertido.
Tiene mil amigos y cuando
está con ellos se siente el rey del universo, todo un león con la valentía
necesaria para vencer al más feroz de los batallones. Pero cuando está solo es
un simple gatito, tímido, callado y temeroso.
La jerga con esos amigos
es digna de un clan de gamines y a veces hasta parece que hablaran otro idioma
diferente al español. Cuando la conversación es por el chat el diálogo se torna
incomprensible por el exceso de abreviaciones, mayúsculas innecesarias, errores
ortográficos y modismos y una frase tan sencilla como “Hola tío, ¿cómo estás?
Mi mamá te manda a decir que vayas este fin de semana a la casa. Saludos” se
convierte en “Ey Mk koMo tAs, la cUcHa Ke vAllAs al RaNcHo eStE fInChO. NosPi”.
Al leer eso mi mente se torna en un gran interrogante "¿¿¿???".
Con la edad que tiene,
Camilo se cree la última Coca Cola del desierto y jura que tiene a Dios
agarrado de las pelotas. Afortunadamente ese mismo Dios lo castiga con acné
para bajarle un poco los humos. Pero esos pocos granos en su cara no han sido
impedimento para que tenga gran éxito con las mujeres, muy diferente a su tío
Antonio que sufrió para acercársele al sexo opuesto. A mi sobrino le llueven
las mujeres y en ocasiones le toca hasta negarse. Hace unos días lo vi besarse
con una linda jovencita y luego le dije “Huy Camilo, que bonita tu novia” y en
tono despectivo me contestó “Ey que te pasa, esa vieja no es mi novia, es sólo
una amiga”.
Yo siempre trato de darle
consejos sobre la vida y los valores pero todos le entran por un oído y le
salen por el otro. Para él todo aquel que sobrepase los veinticinco años es un
cucho y bajo ese orden de ideas por más que yo me sienta el tío “play” no
dejaré de ser todo un vejestorio con ideas anticuadas que no sabe nada acerca
de ser “capo”.
Este es mi sobrino
adolescente, el hace parte de la gran camada dueña del futuro de Colombia que
quiere comerse el mundo a pedazos. ¡Vaya días los que nos esperan!
Antonio Javier Guzmán P.
ajguz@yahoo.com
Mi Twitter: @AJGUZMAN