Desde que tengo uso de razón soy juniorista hasta los
tuétanos, pero debo reconocer que hace varios años perdí la llama que enciende
la pasión dentro de mí por animar al equipo rojiblanco. Tal vez por el bajo
nivel del futbol colombiano en general o quizás para no sumarle a mi estado de
ánimo una decepción más a los constantes fracasos del balón pie colombiano.
Empezando las finales del torneo que acabó de culminar
admito que fui uno de los principales detractores del Junior. Hablé mal de su
nomina, de su medio campo, de su irregularidad y hasta del mismo arquero Viera
a quien tildé de mediocre.
En los octavos de final frente a Chicó cuando el equipo
perdía 0-2 en el inicio del primer tiempo ratifiqué todo lo que pensaba, pero
el equipo sacó garra y logró empatar el marcador avanzando a la siguiente
ronda. Sin embargo, mi pesimismo y ganas de criticar pudieron más que la
felicidad de ver al equipo en las semifinales.
El partido contra Millonarios en Bogotá fue como un
espaldarazo a mi pensamiento negativo y poca fe. Si, lo admito, yo fui uno de
los que puse en mi estado de Facebook y Twitter frases como “se los dije”, “no
se quejen, ese es nuestro equipo, esto es lo que hay”, “tranquilos, tres goles
no son nada, en Barranquilla nos pueden meter cuatro”. Todos mis contactos se
desparramaron en improperios en mi contra tildándome de anti juniorista, ave de
mal agüero y otros calificativos de grueso calibre. Para mí, era increíble que
la gente todavía creyera en una remontada y me resultó hasta cómico ver los
pronósticos de 4-0 a favor y la trillada frase de “si se puede” mientras yo
pensaba “todo el que piensa así no tiene ni la más mínima idea de futbol”.
Mi negativismo, poca fe en el equipo o en cualquier cosa me
impedían darme cuenta que ese grupo estaba para grandes cosas y que además se
sintió herido por personas que como yo se burlaron del equipo y lo daban por
muerto. Capítulo aparte merecen los noticieros de la capital quienes ya daban
por descontado una final cachaca y hablaron pestes del equipo tiburón. Todo
esto funcionó como un par de banderillas en el onceno tiburón, tornándolo más
brioso pero sobre todo actuando con suma humildad y pundonor deportivo.
Llegó el día del partido de vuelta contra Millonarios y ahí
estaba yo nuevamente frente al televisor, mi corazón quería que el equipo
ganara pero mi razón decía todo lo contrario. Con el Metropolitano a reventar
los primeros minutos fueron de dominio pleno del visitante y varias
oportunidades de gol me hacían presagiar el acabose, pero los de casa no
bajaron los brazos y con un soberbio gol de Juan David Valencia a los doce
minutos ponían a soñar a los barranquilleros con una goleada. Tímidamente
celebré el gol al mismo tiempo que pensaba “de seguro nos terminarán faltando
los 50 centavos para el peso”. A mi lado, mi esposa y mi cuñada no dejaban de
decir “si se puede, vamos por el segundo”… y el segundo llegó a los 13 minutos
después con una espectacular palomita de Vladimir Hernández. Si, el pequeño
David (Vladimir) venció a Goliat (Cichero).
Para el segundo tiempo me uní a las plegarias y empecé a
creer en una remontada histórica. Pero el equipo embajador no estaba dispuesto
a regalar nada y continuó en la búsqueda de una anotación que alejara las
posibilidades de la hazaña. En varias ocasiones se ahogó el grito de gol
mientras toda Barranquilla pujaba por el tercero para igualar la serie. Al
minuto 65 llegó en una asociación perfecta entre Bacca y Giovanni Hernández
para una definición de categoría de éste último.
Así culminaron los noventa minutos con la serie empatada a
tres tantos. La tarea principal se había realizado. Estando al borde de la
final sería más dolorosa una derrota pero ya estaba impregnado de quinientos
pesos de positivismo y pensaba “el triunfo es del Junior”. Bastó un penal
atajado por Viera y cinco cobros impecables para pasar a definir el título y
callar la boca de comentaristas del interior, hinchas del Millonarios, su
prepotente técnico y por supuesto la mía.
Estando en la final decidí acallar mi desesperanza y apoyar
al equipo sin condiciones. Al enterarme que sorpresivamente el rival sería el
Once Caldas sabía que el título sería más duro de lo esperado. Por la red vi
una imagen clara de una mujer embarazada y en su abdomen decía “la séptima
estrella se viene, pero tenemos que parirla”. Y vaya que fue un parto doloroso
y de trillizos. Para seguir con la tortura, se empezó perdiendo 0-2, pero
nuevamente el equipo sacó la casta y logró remontar hasta un 3-2 donde hubo
varias oportunidades de convertir más tantos para ir con un mayor ventaja a
Manizales.
El partido de vuelta fue a muerte, con un Once Caldas
ofensivo que encontró respuesta en un Junior bien plantado y con un excelente
esquema técnico y táctico donde indiscutiblemente se vio la mano del “Cheché”
Hernández y un Viera que sacó de todo.
El resultado todos lo conocemos, a pesar de la alegría
inmensa que sentí no salí a celebrar. Tras el titulo me quedaba fácil subirme
en el bus de la victoria y gritar a los cuatro vientos “Junior tu papá”, pero
no lo hice, me daba vergüenza hacerlo. Nada tuve yo que ver con el triunfo,
esta estrella es de la nómina completa que sudó la gota gorda, nunca bajó la
guardia y mantuvo la confianza y fe en el Ser supremo y de todos aquellos que
creyeron en el equipo pese a las constantes adversidades y soportar las ofensas
de casi todo un país.
Mi pensamiento sobre el nivel del equipo no ha cambiado
mucho, sigo creyendo en su irregularidad, en que tiene enormes fallas en la
defensa y medio campo defensivo. Sin embargo este campeonato me enseñó que debo
ser más leal y hacerle más caso al corazón, pero sobre todo a nunca perder la
fe y tener claro que para Dios nada es imposible.
Por esto la dedicación del plantel fue con una sobria
camiseta que rezaba “La gloria es para Cristo”. Si bien tengo claro que Cristo
no patea los penales, ni ataja los goles del rival, El le dio a este pequeño
grupo la sabiduría y fuerza para hacerlo concediéndoles una estrella que será
recordada por todos sus seguidores como el triunfo de la fe.
Antonio Javier Guzmán P.
ajguz@yahoo.com