A ninguna mujer le gusta decir su edad,
esa es una verdad irrefutable. Es más, les aterra el pensar que su
cedula caiga en manos ajenas y el solo imaginárselo les causa nauseas.
Este hecho se incrementa cuando la mujer entra al cuarto piso y aunque
puedo comprenderlo, no lo comparto porque esa, como todas, es una edad
de pleno disfrute.
Hace pocos días se celebró el día
internacional de la mujer, y no obstante la fecha tiene muy buenos
propósitos lamentablemente el comercio hace de las suyas y se torna
superficial. Ese día, muchos hombres que violan sus derechos, les
regalan rosas rojas a sus mujeres para al día siguiente tratarlas a las
patadas como siempre. Yo, en vez de regalarles una insulsa flor, a todas
esas mujeres de cuarenta y tantos les obsequio lo que mejor se hacer
aunque no sea muy bien. Escribir acerca de cómo las veo.
En el amor, las mujeres de cuarenta ya
se bajaron de la nube y tumbaron del caballo a su príncipe azul. Su
verdadero príncipe no es azul, ni mucho menos príncipe. Por el contrario
es un plebeyo gordo, feo y posiblemente hasta calvo. Para ellas el
físico pasó a segundo plano y buscan en su pareja compañía, respaldo,
complicidad y mucho amor. Atrás quedaron las épocas en búsqueda de tipos
que no existen como George Clooney o Brad Pitt.
Las felizmente casadas viven con tipos
completamente normales y corrientes, de bajo perfil, con muchos
defectos, pero que las respetan por sobre todas las cosas y tienen como
su principal prioridad a ella y su familia.
Las infelizmente casadas llevan la carga
de un matrimonio de papel y el peso a cuestas de tener a un bueno para
nada que lo único que hace es criticarla todo el tiempo. Por ellas los
mandarían a comer excremento humano pero se sacrifican para darles a sus
hijos una supuesta estabilidad emocional. No sé si hacen bien o mal,
pero vale la pena mencionar que cumplir con dicha manda las hace
merecedoras de ganarse la entrada al cielo.
Las que han contado con un poco de
coraje y han podido zafarse de semejante lastre de remedo de esposo que
tenían, ahora viven agonizando por el dinero. Lamentablemente lo que
ganan no les alcanza para cubrir sus gastos y el de sus hijos, por eso
les ha tocado sufrir la pena de un proceso de embargo después de rogarle
y pedirle a su ex por las buenas que cumpla con sus obligaciones de
padre.
Las solteras, mal llamadas solteronas,
llevan una vida feliz solo opacada por los constantes comentarios de
familiares y amigos que no cesan en la búsqueda de novio por donde
quiera que vayan. Ella tiene claro que la competencia es dura con tanta
joven bella repartiendo lo que llevan entre las piernas a diestra y
siniestra. Además, la oferta de hombres está bastante pobre, la mayoría
están casados, los que no lo están son maricas y los que no son maricas
no sirven pa´un carajo. En este orden de ideas, la mayoría disfruta de
su eterna soltería aunque guarden la esperanza de encontrar su media
naranja.
Mientras eso llega, algunas, cuentan con
un tinieblo, generalmente casado, que les hace mantenimiento general
cada quince días. Las que guardan completa castidad, dicen que son
vírgenes nuevamente por la severa abstinencia a la que se han visto
sometidas ya que a veces no levantan ni para el polvo.
Las que llevan una vida sexual activa,
casadas o no, han aprendido gracias a los años y a un número X de
parejos a gozar plenamente en la cama. Conocen de pies a cabeza su
cuerpo y saben hacer pleno uso de él para darle infinito placer a su
compañero. Están capacitadas para hacer el amor tiernamente así como
también pueden ser unas felinas en la cama y sin pena alguna tirarse el
polvo de sus vidas. Con respecto a eso debo contar que hace unos días un
amigo de veinte y tantos años me dijo con orgullo –Antonio, me estoy
comiendo a una vieja cuarentona- Yo le respondí -¿estás seguro?, yo
creería que es ella la que te está comiendo a ti-.
Esa misma virtud que poseen en el lecho
de amor se convierte en una carga para las solteras y separadas ya que
cualquier hombre con quien salgan está pensando en acostarse con ellas
en la primera cita y hasta tienen el descaro de enojarse si no consiguen
su cometido alegando algo así como –no me vengas con cuentos, tú sabías
muy bien a lo que veníamos-. Es por esto que algunas de ellas han
desistido en ese tipo de salidas para no enfrentarse a semejantes
situaciones.
Pasando al campo profesional, las
mujeres del cuarto piso han conseguido una estabilidad laboral fruto de
mucho esfuerzo, talento, disciplina y la honradez que tanta falta le
hace a el hombre en muchos casos. No en vano han ganado amplio terreno
en los cargos altos de multinacionales y en la política las hemos visto
ocupar las posiciones con más responsabilidad.
También están, claro está, las
secretarias, asesoras comerciales y otros cargos medios que ocupan con
suma dignidad y ejercen plenamente a cabalidad para llevar el pan a sus
casas. Su meta, cuando eran jóvenes, era llegar a ser gerentes, tal vez
estén luchando por escalar posiciones pero les ha sido imposible porque
no están en la rosca o simplemente porque no se lo han querido dar al
jefe.
Sea del estrato que sean se gastan medio
sueldo y media vida frente a un espejo. Obviamente los años no han
pasado en vano y ellas siempre tratan de aplacar los daños que el tiempo
haya hecho en sus cuerpos. Para esto tienen sus tocadores repletos de
tratamientos para el cabello, las canas, la celulitis, las patas de
gallo, la línea de expresión, varices, tonificadores de piel y cien
productos más. Ninguno de estos males les quita gracia y por el
contrario las hace ver más humanas y reales. Hermosamente reales.
Capítulo aparte merece la batalla que
libran contra la báscula. Su metabolismo se volvió lento y cualquier
caloría extra que ingieren va directo a su barriga. Para esto combaten a
muerte con las llanticas, el músculo del adiós y el culo caído haciendo
cuanta dieta llega a sus manos o consumiendo productos de dudosa
procedencia como los famosos tés chinos. Nada de eso importa con tal de
sentirse bellas, no para ellas ni mucho menos para sus parejos. Las
mujeres se esfuerzan en su presentación personal para las otras mujeres,
no porque sean lesbianas sino porque no soportan que su vecina esté
mejor arreglada que ellas.
Cumplir cuarenta años les permite a las
mujeres de cuarenta disfrutar de quien son. Pueden mirar su cuerpo y
decir –Está bien, tengo algunas cicatrices, tengo algunas arrugas, pero
me recuerdan donde he estado-. La otra cosa es que pueden disfrutar de
verdad de lo que les gusta. Si cuando se levantan por la mañana les
apetece pizza para desayunar, simplemente van por ella y punto.
Los hijos hacen parte importante en la
vida de las mujeres del cuarto piso por no decir que lo son todo para
ellas. Cargan a cuestas la culpa de trabajar y no dedicarle el tiempo
necesario a sus retoños y lo intentan suplir con regalos y dejándoles
hacer lo que a ellos les plazca. Eso si, es imposible reprocharlas, porque para entenderlas hay que estar
en sus zapatos. ¿Qué persona sería capaz, después de una larga y
extenuante jornada de trabajo, llegar a su casa a regañar a sus hijos?
Para un hombre, convivir con una mujer
de cuatro décadas es toda una aventura. Ellas nos complementan y nos
ponen la vida en orden, pero también nos pueden cantar la tabla. Así
que, en caso de ser necesario, ellas nos dirán lo imbéciles que hemos
sido de manera directa y sin tapujo alguno.
A pesar de que no usen pantalones, hoy
en día, ellas son quienes realmente llevan las riendas de un buen hogar
haciéndole creer al hombre que tiene el poder. Para esto, le dejan el
uso del control del T.V. a su compañero y con este pequeño triunfo
dejamos a su merced las decisiones trascendentales de la casa
(afortunadamente).
A su pareja le conocen hasta los
pensamientos, por lo tanto se hace imposible mentirles u ocultarles
algo. Ellas, por alguna extraña razón, siempre sabrán lo que hacemos o
dejamos de hacer. Con los años, los hombres nos damos cuenta de que es
mejor decirles la verdad porque al fin y al cabo siempre terminan por
enterarse de todo.
Aunque pueden divertirse rumbeando toda
una noche, ellas prefieren la intimidad de una cena al son de una suave
música, un par de velas, un buen vino y la compañía de un hombre lo
suficientemente maduro como para escucharlas y hacerlas sentir
importantes. Pero si dicho hombre no aparece, no se morirán de crisis
existencial. Su grado de sensatez y seguridad les provee de una fuerza
mental para poder valerse por si solas y ni en sueños las escucharás
formularte preguntas tan tontas como -¿mi amor, tú me quieres? A ellas
no les interesa que se lo digan, aunque no estaría de más que lo
hicieramos, en vez de eso prefieren que se lo demostremos con obras.
La cocina, que antes tanto odiaban, se
ha convertido en su mejor amiga. Ahora disfrutan el preparar cualquier
receta bajada de internet y la mejor recompensa que pueden recibir es
las caras alegres de sus esposos e hijos. Si ninguno de estos últimos se
ofrece a lavar los platos, ellas lo harán con el mayor de los aplomos y
humildad.
Para todos los que creen que una mujer
de cuarenta es vieja, quiero decirles que de acuerdo con el DANE, la
esperanza de vida de la mujer colombiana es de aproximadamente 80 años.
Es decir que las del cuarto piso a penas están en la mitad de sus vidas y
tienen en su haber la ecuación perfecta entre experiencia y juventud.
Por delante les esperan, con el favor del de arriba, otros cuarenta y
tantos llenos de múltiples experiencias.
¿Viejas las de cuarenta años?, ¡Vieja la cédula!
Mujeres del cuarto piso: ¡Gracias por existir!
*Espere el próximo Lunes: "30 Preguntas para los usuarios de Facebook"
Antonio Javier Guzmán P.
ajguz@yahoo.com
Otros artículos del autor: http://anecdotascaribes.blogspot.com/