lunes, 12 de marzo de 2012

Serie Mundial de Chequita


Damas y caballeros, niños y niñas, los saluda su corresponsal y amigo Desventura Diaz. Ya todo está listo para dar inicio al juego decisivo de la serie mundial de chequita. Para este clásico de verano nos encontramos transmitiendo desde Simón Boloncho´s Park con la serie empatada a tres. No hay mañana, hoy sale el vencedor.

Salen a la calle los equipos protagonistas de este gran duelo. Los anfitriones, los Medias Rotas del barrio Boston luciendo un uniforme con camisetas de lana. Si, de la naturaleza, que les permite exhibir sus protuberantes abdómenes fruto de mucho esfuerzo y disciplina. A pocos metros saltan al concreto sus contendientes, los Gigantones del barrio San Francisco, mostrando sendas pantalonetas floreadas y unas interminables chancletas tres punta´.

A pesar de la dura rivalidad se puede sentir la camaradería entre las dos novenas donde vemos que se saludan chocando sus puños, se abrazan y hasta se agarran entre ellos sus partes traseras en señal de amistad. Finalizan el protocolo cantando el himno de Jairo Paba a su patrocinador principal. Escuchémoslos por unos momentos: “Amasa, Tomasa, arepas, deditos, con Masa Pan Pan Pan, con Masa Pan Pan Pan”. Vaya caballero, esta sabrosura solo se ve en la Costa Caribe colombiana.

Basta de formalidades, a lo que vinimos, ahora si los equipos se encuentran en el terreno de juego y el primer turno al bate es para Barry-Gon de los Gigantones de San Francisco. Pese a que todos los jugadores querían hacer las veces de pitcher sólo uno fue el elegido y ya se ubica en el montículo con la bolsa llena de checas que varios tenderos donaron con la única condición de festejar el triunfo o la derrota en su negocio al son de unas buenas águilas bien frías. Preparado el pitcher, mira la goma, el lanzamiento aquí vieneeee y abanica. Barry-Gon mira su bate pareciendo encontrar respuestas en él, un hermoso ejemplar de fina madera cortado a su medida y regalado por su señora madre después de hacer uso de él barriendo la casa durante meses. Aquí viene el segundo lanzamiento a una velocidad asombrosa, la checa pasa de largo por el home y entra directo a la ventana de la familia Ariza quienes deciden quedarse con la checa como souvenir. Viene el tercer lanzamiento y el bateador conecta un batazo haciendo doblar la checa pero lamentablemente no sale del cuadro principal y es puesto out automático. Barry-Gon se retira abucheado por la multitud y éste se ríe de ellos agitando su brazo derecho de un lado a otro como si los estuviera planchando.

El segundo bateador designado es Babe Ron, pelotero con gran experiencia en el deporte de la checa caliente. Al primer lanzamiento hace swing y conecta un palo de foul que se va directo al tejado de la casa de los Jimenez. Babe Ron alega que fue home run pero ni sus compañeros lo acompañan en su alegato por lo que dice en voz baja –nojoda, con amigos así, pa´que enemigos-. Al segundo lanzamiento nuevamente conecta y esta vez traspasa el cuadro de las bases, pica y Jose Panseco la recibe a mano limpia un segundo antes que Babe Ron llegue a la base, la levanta y canta “out” para cortar sus aspiraciones de embasarse.

El tercer bateador es Derek Chiste y llega al plato con su caminadito de nalguita para´. Sacude sus chanclas con el bate, mueve la cabeza de lado a lado, se recoge las mangas, escupe y le pide al pitcher que le de una chequita a media altura. Por la falta de actividad en el campo largo un jugador de los Medias Rotas mata tiempo hablando con la vecinita del barrio, que por cierto está más buena que el pan de cada día. Otro más le echa los perros a Yurleidis, la empleada de servicio de los Orozco, famosa por desvirgar a medio barrio. El par de distraídos jugadores se despiertan al escuchar el inconfundible sonido del bate chocando una oxidada checa de Sprite. Edgar Rumbería, para cortos de los Medias Rotas de Boston, la divisa y se lanza con una habilidad felina aterrizando en el jardín de la casa de los Rodriguez para que todo Simón Boloncho´s Park lo ovacione de pies y a palma batiente. Edgar sacude su ropa y corre apenado después de que la señora de la casa le grita –mira cabeza de ñame, salte de mi jardín que me vas a dañar las matas-.

Tres vinieron y tres se fueron damas y caballeros. Los equipos hacen un pequeño descanso en los dogouts instalados en sendas terrazas donde algunos toman jugo de tubo y otros el famoso Guarapade (agua de panel con limón y hielo) mientras comentan las incidencias del partido, el chisme de moda y la próxima fiesta a la que todos asistirán sin ser invitados.

Para cerrar el primer inning viene al bate Edgar Rumbería. Se desplaza al home caminando con un swing de “ya tú sabes”, hazañoso por poseer el mejor promedio de bateo varias manzanas a la redonda. Esta vez el bate proviene directamente desde la batea de su casa donde le dio cristiana sepultura a un trapero viejo y oloroso. El pitcher recibe las instrucciones de su coach pero no está seguro de captar el mensaje porque éste mezcla las señales rascando sus genitales, lo que hace confuso el recado. Decide por su propia voluntad y lanza con tal efecto contra la brisa haciendo que la checa flote hasta llegar al home y baje súbitamente. –Strike tirándole- canta el umpire. Bastaron dos lanzamientos iguales y Edgar se va ponchado pero con deseos de revancha. Los aficionados le gritan –acaba ropa, paquete, recógete- pero el hace caso omiso de todos los improperios y les muestra su dedo medio con una pasmosa tranquilidad.

Ahora viene al bate Orlando “El Cabrero, pequeño de estatura pero ágil con el palo y soez con la lengua. Le dice al pitcher -pilas mariquita, tírame una buena-, el lanzador toma la checa entre sus dedos índice y pulgar y lanza una bombita que Orlando solo ve venir hasta caer justo en el hoyo ubicado en el home para decretar un out automático dejando a Orlando con la carabina al hombro y mentando más madre que rabito de lobo.

El inning llega a su fin con un fly de José Panseco que atrapa en el aire Barry-Gon sin mayores inconvenientes. El juego está cerrado, y el tablero hecho con ladrillo rojo en plena avenida sigue lleno de cruces. Los equipos hacen varios cambios de posiciones, los innings van pasando y las checas empiezan a escasear. El partido se torna tenso, el inclemente sol hace de las suyas y los jugadores se amontonan para recibir la sombra de un frondoso árbol de almendra.

Estamos en el cierre de la novena entrada, los Gigantones aventajan 2-1 a los Medias Rotas quienes tienen la última opción con turno al bate. Hay 2 outs y corredores en primera y segunda. Al bate viene nuevamente Edgar Rumbería que hoy tiene 0 de 4 y al parecer no conecta una checa ni con el portón de la casa. Pero Edgar ha demostrado que está hecho para los grandes momentos, los momentos de gloria. Babe Ron desde el montículo lanza un misil al que Edgar no le ve ni la sombra. Deja pasar varias checas más esperando la suya o un error de Ron. Aprovechando un leve descuido del lanzador al pasar un carro por el diamante, el corredor ubicado en tercera intenta robarse la base pero rápidamente el pitcher se agacha y levanta la checa que reposa sobre una piedra en su montículo y dice –out- para poner fuera al perspicaz jugador de los Medias Rotas de Boston.

De todas formas la carrera del triunfo está en las piernas de Rumbería. En el siguiente lanzamiento Edgar mira fijamente la checa y cuando la ve venir hace swing conectándola potentemente. La checa se va hacia el jardín derecho, a lo profundo y no, no no no no, díganle que no a esa chequita. Edgar suelta el bate, nadie ve el rumbo de la checa, todos el mundo corre al home, el Simón Boloncho´s Park se quiere caer de la emoción pero de repente Barry-Gon grita –out- sosteniendo una checa magullada en su guante color piel. Los ánimos del equipo Medias Rotas se vienen abajo pensando que todo acabó hasta que un segundo después escuchan como el mejor de los vallenatos la melodía de una checa cayendo en el tejado de la casa de los Gómez. Barry-Gon quiso hacer trampa al mostrar una checa que tenía enmuñecada desde antes de empezar el partido pero todo fue infructuoso para él y su equipo.

La victoria definitiva es para los Medias Rotas del Barrio Boston, sus jugadores saltan de la alegría, se abrazan, se quitan las camisetas que vuelan hasta los cables eléctricos, el último en llegar al home es Edgar que a manera de burla toca la base con su enorme trasero. Sus compañeros lo lanzan por los aires y nuevamente es el jugador más valioso de la serie conectando el home run decisivo para darle el campeonato a su novena. Tal vez Edgar no reciba un anillo que lo acredite como campeón pero ya tiene en sus bolsillos el teléfono de Angélica, el bollito de la cuadra que no paró de hacerle ojitos y coquetearle durante todo el partido. ¿Existirá un mejor trofeo que ese?

Como lo prometido es deuda, ambos equipos se reúnen en la tienda del cachaco y las frías corren por cuenta de los perdedores. Pero vale decir que aquí nadie pierde. Todos y cada uno de los jugadores, espectadores, vecinos e incautos disfrutaron de este emocionante partido y en sus memorias quedarán retratadas las escenas de uno de los mejores partidos de la Serie Mundial de Chequita.

*Espere el próximo Lunes: "A las mujeres del cuarto piso"
Antonio Javier Guzmán P.
ajguz@yahoo.com
Otros artículos del autor: http://anecdotascaribes.blogspot.com/