miércoles, 26 de diciembre de 2012

El lado amable de Barranquilla



Al igual que la mayoría de las personas, yo también suelo fijarme en los defectos de algo o de alguien sin notar que también existen virtudes que los acompañan. No nos digamos mentiras, la naturaleza del ser humano es así. Nos pueden invitar a una gran fiesta en un sitio elegante, amenizada por una gran orquesta y exquisita comida pero si por casualidad no te gustó el whiskey que brindaron o se acabó muy rápido, seguramente te irás del sitio hablando solo de eso sin notar o disfrutar de todo lo bueno que tuvo dicha recepción.

Con Barranquilla me sucede igual, y desde que vivo en una ciudad más civilizada y avanzada no hago otra cosa que comparar y preguntarme por qué no podemos los costeños tener un sitio como ese. Cada vez que llego de visita a Barranquilla no hago otra cosa que despotricar de ella y ver todo lo malo que tiene y mi retina no había sido capaz de ver los avances o virtudes que tiene nuestra ciudad. Motivado en esa premisa hace un tiempo atrás escribí “Barranquilla, ¿el mejor vividero del mundo?” (ver aquí), donde no hago otra cosa que mencionar todos y cada uno de los lunares de nuestra ciudad.

El 21 de diciembre, el día que el mundo supuestamente se acababa, llegué a Barranquilla a pasar las navidades en familia con el mismo pensamiento de siempre y ya tenía en la mente escribir sobre el impacto que le causa a cualquier persona que llega de una gran ciudad y aterriza en el Ernesto Cortissoz. Tal vez ahora me creo hijo de mejor madre y debo admitir que muchas de las cosas que suceden en Barranquilla y que veía como normales mientras vivía aquí, hoy día me causan fastidio y repulsión.

Pero sucedió algo extraño en mi conducta y manera de pensar. Al salir del aeropuerto y ver sus jardines (ver foto aquí), un sentimiento de alegría me invadió. Tal vez los mayas tenían razón y una nueva era ha empezado en mí. Desde ese momento tomé la decisión y me propuse darme cuenta de las cosas buenas que tiene nuestra ciudad y sus habitantes. Aquí detallo y describo algunas de esas bondades de las que goza nuestra ciudad.

La espontaneidad de su gente es quizás una de las cosas que más extraño desde que partí hace cinco años atrás. Aquí cualquiera, desde un vendedor ambulante pasando por un cajero de banco hasta llegar a un alto ejecutivo, te puede salir con una manifestación pura de calidez y sencillez partiendo de un simple saludo. Seguramente no somos los más educados y amables pero el trato de un barranquillero siempre se hace sentir por su sinceridad y entrega desinteresada.

La integración de la familia y amigos es otro punto a favor. Cualquier excusa es válida para reunirse al son de unas cervezas bien frías y el sonido estridente que proviene de cualquier casa a cincuenta metros a la redonda.

Poder recostarse en una deliciosa y cómoda mecedora bajo la sombra de un palo de mango en la terraza de tu casa es un privilegio que está en vía de extinción pero aquí, aunque ha ido disminuyendo, todavía podemos gozar de semejante beneficio.

Tener una playa a tan solo quince minutos para poder darse un baño dominical, tomar el sol, practicar deportes náuticos o sencillamente sacar la resaca del día anterior es sin lugar a dudas uno de las mayores ventajas que tenemos. No es tan limpia y pura como las playas del parque Tayrona pero cualquier individuo del interior sería capaz de dar un brazo por gozar de semejante beneficio.

La comida, sin temor a equivocarme es otro de los puntos fuertes que nos atan a esta tierra. Nuestra abundante gastronomía llena de puro sabor caribeño es inigualable. Aquí se preparan los perros calientes más deliciosos del país y los puedes encontrar en cualquier esquina desde mil pesitos. Los fritos (empanadas, caribañolas, papas rellenas, arepas de huevo y buñuelos de frijol), la butifarra con bollo, los guandúles con carne salada, la fresca y saludable comida de mar y todos los platos árabes preparados por manos expertas hacen de nuestra ciudad una de los lugares más ricos en la cultura culinaria.

Nada como la rumba en Barranquilla. Todo empieza de manera desprevenida, cuatro amigos en una tienda se toman dos cervezas, hacen unas cuantas llamadas y en poco tiempo se convierten en una patota en busca de diversión. De la tienda llegan a cualquier licorería a prender motores y de ahí a uno de los tantos sitios que existen para azotar baldosa de la buena. Si al terminar la rumba el hambre apremia se puede disfrutar de cualquier manjar descrito en el párrafo anterior.

Visitar el zoológico de Barranquilla, uno de los mejores en infraestructura y biodiversidad de animales, es un buen plan de domingo en compañía de hijos, sobrinos y cualquiera que sea amante de la naturaleza. Dentro de éste recinto es fácil pensar que las cosas si se pueden hacer bien hechas y que perduren en el tiempo.

En materia económica, comercial y de progreso social estamos frente al mejor momento de la historia de Barranquilla gracias al TLC con Estados Unidos. Ahora es una tarea de todos –del sector privado y del público- aprovechar esta oportunidad y dar un nuevo empujón al crecimiento de la ciudad y el Departamento. Por nuestra posición geográfica de privilegio, Barranquilla hoy está llamada a jugar un papel de liderazgo con la firma de estos tratados de libre comercio. Es Barranquilla la ciudad que debe conectar al país con el mundo.

Por último, pero no menos importante, resalto la alegría de su gente. El barranquillero puede estar sufriendo, sin trabajo, con calor, pasando las de San Quintín pero por alguna extraña razón que el resto de los ciudadanos del país no entienden siempre estará alegre y contagiando a todo aquel que se le acerque.

Se que me quedo corto en enumerar las bondades pero con todo esto no pretendo tapar el sol con un dedo, las debilidades y defectos permanecen ahí, solo que cuando también se tiene en cuenta el lado positivo la balanza se equilibra y el positivismo florece.

Con positivismo, tesón y ganas de salir adelante podremos llegar a construir la ciudad que todos queremos y así la próxima vez que regrese pueda decir como el Joe “En Barranquilla me quedo”.

Antonio Javier Guzmán P.
ajguz@yahoo.com
Otros artículos del autor: http://anecdotascaribes.blogspot.com/