Una de las cosas que más odiaba en mi
niñez era hacer mandados. Solo era escuchar a mi mamá decir “mijo, ve a
la tienda a comprar la leche” para que se me descompusiera el día. Cabe
anotar que hace treinta años no existía el servicio a domicilio por
parte de dichas tiendas así que siempre tocaba trasladarse para hacer la
respectiva compra.
En mi casa yo era el mandadero de tiempo
completo. Pese a que tenía una hermana a ella la trataban como a una
reina y nunca la exponían a semejante flagelo. Este pechito era siempre
el designado de ir a la tienda a comprar lo que fuese necesario. Comida,
gaseosas, pan, jabón, papel higiénico y hasta las toallas sanitarias
que usaría mi hermana en sus días.
En una ocasión, con tan solo once años,
veía plácidamente en televisión un episodio de El Hombre Araña cuando mi
mamá lanzó la nefasta frase “Mijo, ve a la tienda y me traes una escoba
de palitos”. Pese a mi furia y deseo de hacer caso omiso a su petición
en ese entonces no había cabida para refutarle una sílaba a la máxima
autoridad de la casa.
A regañadientes salí de mi casa, caminé
bajo el inclemente sol del medio día eludiendo varios perros feroces que
se ensañaban conmigo cada vez que me veían hasta que por fin llegué a
la tienda. Sudado y tembloroso le realicé mi pedido al cachaco dueño de
la tienda que como todos los días lucía una camiseta china que decía
Turbay Presidente. Yo, tan educado como siempre, le di los buenos días y
le dije “Señor Aurelio, me hace el favor y me vende una escoba de
palitos”. De inmediato me la entregó y salí de ahí raudo a mi casa a ver
si alcanzaba a ver el final de mi programa favorito.
De regreso me topé con varios vecinos
unos años mayores que yo. Para todos ellos fui el blanco de las burlas
por llevar una escoba a cuestas y me gritaban al unísono “Pilas
mariquita, vaya a barrer a su casa”, “Reinita te luce la escoba” y otras
tantas cosas que me hacían retorcer de la cólera pero que igual no
podía hacer nada. Además de la edad me aventajaban en número, tamaño y
valor por lo que a toda costa siempre quise evitar una masacre.
Por fin, después de mi tormento llegó la
calma al entrar a la seguridad de mi hogar. Le entregué la escoba a mi
madre y de inmediato me fui a mi habitación pero antes de tirarme en mi
cama nuevamente escuché la voz de mi progenitora que me decía “Esta
escoba tiene las cerdas muy suaves y así no me sirve, vuelve a la tienda
y diles que te la cambien por una más dura”. En ese momento sentí que
el mundo se me venía encima. Otra vez debía escaparme de las fauces de
un perro rabioso, recibir los rayos del abrasador sol, pero sobretodo
debía soportar nuevamente las burlas inclementes de mis vecinos.
Resignado, otra vez salí de mi casa pero
estando en el jardín me detuve y mis piernas flaquearon. Me senté para
tomar fuerzas y esperar a que me llegara un segundo aire que me ayudara a
culminar mi misión. Pasaron los minutos y eso nunca llegó, en cambio se
me vino a la cabeza una idea brillante que me sacaría airoso de esa
tarea.
Seguí sentado en el bordillo del jardín
mientras que mentalmente calculaba los minutos que emplearía yendo y
viniendo de la tienda. Cuando el tiempo se cumplió nuevamente entré a la
casa con la misma escoba y le dije a mi madre “mami, ya me la
cambiaron, me dieron la escoba con las cerdas más duras de todas las que
tenían”. Mi corazón latía a millón mientras esperaba la reacción de mi
madre. Ella, muy incauta como siempre, la tomó en sus manos y de
inmediato le hizo la nueva prueba de rigor y me respondió con un tono
convincente –“¡Ah viste, esta si está buena, esta es la que me sirve!,
gracias mijito”.
Ese fue el día en que aprendí a mentir, y
me di cuenta que era bastante bueno en dicho oficio. Desde ese momento
no he parado de hacerlo pero al igual que el Hombre Araña, aplico el
consejo que le dio su tío Ben y que cito textualmente: “Un gran poder
conlleva una gran responsabilidad”. Es por eso que mi “don” solo lo
exploto con mi pluma con el único fin de sacarle una sonrisa a mis
lectores.
Antonio Javier Guzmán P.
ajguz@yahoo.com
Otros artículos del autor: http://anecdotascaribes.blogspot.com/