martes, 26 de junio de 2012

El Merlano que llevamos dentro


Desde que se conoció el suceso donde el senador Merlano hizo uso de su poder para evadir la ley toda Colombia se le fue encima. Haciendo uso de las redes sociales, miles de personas pidieron su renuncia (más de los que votaron por él) a través de la cuenta @renunciesenador, otros simplemente le sacaron provecho para hacer columnas graciosas (lea aquí la mía) y otros tantos con innumerables frases chistosas e insultantes se descargaron con una sevicia enceguecedora.

Todo lo anterior con justa causa. No se puede pretender quebrantar las normas y pasarse por la faja las leyes aduciendo su calidad de senador y sus 50.000 mil votos (que en realidad fueron 33.000). Ahora bien, yo me pregunto y que quede claro, sin ánimo de defender o excusar la actitud del burgomaestre, ¿acaso no hacemos o hemos hecho nosotros lo mismo? ¿Acaso usted, amigo lector, nunca se ha tomado unas cervezas y después conduce su carro muy campante creyendo estar en sus cinco sentidos? Yo lo admito, lo he hecho y en varias ocasiones. La diferencia es que he contado con la suerte de que nunca me han detenido. El que nada debe nada teme, es por eso que me atrevo a decir que el senador debía tener sus cervezas encima, pero por las imágenes del video me queda claro que borracho no estaba.

Ahora bien, póngase por un momento en una situación parecida a la del senador y supongamos que usted va por la carretera a exceso de velocidad o hace un giro indebido en cualquier avenida, como seguramente lo ha hecho en alguna oportunidad y la policía lo detiene por su falta. ¿Qué hubiera hecho?, ¿quedarse callado, firmar la multa e irse? En la mayoría de los casos lo dudo mucho. Lo primero que hace el común de la gente es llorarle al agente de turno para que le pase por alto su falta. Si el llanto no funciona, como casi siempre sucede, ¿qué haría? Pues muchos, muchísimos, tal vez casi todos pensando en el costo de la multa se lleva la mano al dril y le ofrece un billete de $50.000 o de $20.000 (dependiendo de la falta y de la cara del agente) y le dice al policía que cuadren con la respectiva liga.

¿Qué diferencia hay entre éste acto y lo que hizo el senador? El último utilizó sus influencias, los primeros su dinero para sobornar. El resultado en ambos casos es el mismo, evadir responsabilidades. Es cierto que el senador se supone debe brindar el ejemplo a la ciudadanía, pero ¿acaso no debemos ser nosotros el ejemplo de nuestros hijos, sobrinos, empleados y todo el prójimo en general? Si evadimos nuestras responsabilidades como ciudadanos del común, ¿qué nos impediría evadirla en un cargo con tanto poder?

El argumento “es que yo soy senador de la República” fue lo que más nos sacó de quicio y al respecto quiero contar una anécdota de la que fui testigo. Me encontraba en una pescadería mientras una señora encopetada y elegante le pedía a la empleada que le abriera varios paquetes de filetes para ella escoger los mejores a su antojo. La dependiente le explicó que no podía hacer eso porque después tendría que pagar los restantes de su bolsillo. La cliente, alzando una ceja y en tono amenazante la miró por debajo del hombro y le respondió “pues me lo abres o llamo al dueño que es amigo mío”. La pobre empleada se sintió intimidada y accedió resignada por miedo a perder su empleo. ¿No es esa señora el mismísimo senador Merlano?, ¿no hemos hecho nosotros lo mismo o algo parecido en algún momento de nuestras vidas?

Cuando llegamos a un banco taqueado de gente a realizar una consignación y le llevamos la transacción a nuestro amigo cajero, ¿no estamos aprovechándonos de nuestras influencias y de paso faltándoles el respeto a la gente que le toca hacer la fila?

La mayoría de los colombianos, aquellos que nos gozamos con ferocidad y nos ensañamos con el senador, también llevamos un Merlano por dentro. La diferencia es que muchos no tenemos tan buenas influencias, pero la esencia de nuestra ser es la misma. Vivimos en la sociedad del facilismo y de tomar ventaja de todo o todos. Lo vemos día a día en el empleado que roba elementos de su oficina, en el gerente que contrata personal por recomendaciones y no por cualidades, en el habitante que le roba al vecino el TV cable, en el contratista que infla sus cotizaciones para sacar tajada, en el médico que emplea implantes PIP para obtener más ganancias, en el motorizado que se mete en contravía, en el periodista que inventa una noticia o la infla para obtener audiencia, en la ama de casa que le enseña a sus hijos a decir “mentiritas”, en los feligreses que apartan sillas en las iglesias como si el templo fuese de ellos, y en todos los ciudadanos que de alguna u otra manera no desperdician oportunidad de sacarle provecho a cualquier situación.

Es cierto, también existen personas integras, llenas de valores y que acatan las leyes asumiendo las consecuencias de sus actos, pero lamentablemente éstas pertenecen a un selecto grupo que está en vía de extinción.

Lo repito y me ratifico, la actitud del senador Merlano fue deplorable desde todo punto de vista y merece una fuerte sanción, cosa que dudo que suceda, pero es muy fácil y hasta divertido señalar los errores del prójimo sin tomarse un tiempo en evaluarse sus propias faltas. Nos encanta tanto juzgar que podría jurar que hasta nos alegramos cuando suceden este tipo de situaciones como la del senador porque nos dan de comer por unos días de la sed de ofensas e insultos “inteligentes” que muchos descargan en Twitter todos los días para de esta manera ganar seguidores.

Estoy de acuerdo con que la clase política es lo peor de nuestro país, pero también es cierto que cada nación tiene los gobernantes que se merece y nuestro caso no es la excepción porque nosotros mismos los elegimos y lastimosamente no somos mejores que ellos.

Con esto no quiero decir que seamos permisivos con los abusos a los que somos sometidos o no podamos alzar nuestra voz de protesta, solo que la próxima vez que sientas deseos de descargarte te hagas un pequeño examen de conciencia y recuerdes lo que le dijo Jesús a los que iban a apedrear a la prostituta “El que esté libre de pecados que lance la primera piedra”… Yo ya solté la mía.

Antonio Javier Guzmán P.
ajguz@yahoo.com
Mi Twitter: @AJGUZMAN
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