miércoles, 23 de mayo de 2012

El caso del celador Mengano


Eduardo Mengano era un tipo sencillo nacido en Sincelejo hace treinta y cinco años. Su padre, capataz de un pequeño lote donde cultivaban hortalizas lo crió con aplomo y férrea disciplina. Al crecer, el joven Eduardo prestó el servicio militar y con su libreta en mano se dispuso a buscar empleo. Meses después consiguió un trabajo como empleado de oficios varios en el edificio “La República” ubicado en un buen sector del barrio Colombia

Allí se hizo notar con su excelente labor, trato amable, pero sobre todo excelente fluidez verbal. Todo esto le ayudó para el momento en que el edificio “La República” necesitó cambiar su personal de vigilancia. El celador anterior salió por la puerta trasera tras ser encontrado culpable de revisar la correspondencia de los inquilinos del inmueble. El consejo de la Administración de La Republica citó a una asamblea extraordinaria con los propietarios para elegir democráticamente al nuevo celador y nuestro amigo Eduardo Mengano obtuvo treinta y siete votos de los cincuenta apartamentos del edificio alzándose así con el nuevo título de “celador de La República de Colombia”.

Ya en su nuevo cargo, Eduardo, empezó a cambiar drásticamente. Su vestimenta pasó del clásico jeans y camiseta a un elegante uniforme con corbata y gorra incluida. El trato con el personal femenino del servicio empezó a ser más selectivo y su barriga comenzó a crecer gracias a todos los platos que le llegaban desde diferentes francos.

Pese a estar ganando el sueldo mínimo más unas buenas horas extras frutos de muchas desveladas durante el mes, Eduardo se rebuscaba los fines de semana y días libres haciendo cuanta maraña saliera dentro de los apartamentos vecinos. Pintar, resanar, arreglar, trastear, lavar y cortar estaban entre sus principales oficios extracurriculares.

Ese dinero extra le sirvió para comprarse una moto AKT-125 de segunda y para conseguir el amor de Yurleidis, la empleada del apartamento 304 que lo traía de cabeza.

Un viernes, después de entregar turno a las 6 pm, el celador Eduardo Mengano invitó a Yurleidis, quien también tenía salida ese fin de semana, a tomarse unas cervezas en una tienda cercana. Siendo las 00:30 de la madrugada del 13 de mayo y después de cinco cervezas la pareja decidió abandonar el lugar para darle rienda suelta al amor.

Cuando se transportaban en su moto AKT-125 fueron detenidos por un retén de la policía. De manera obediente se detuvo pero por dentro se moría del susto al saber que conducía bajo los efectos del alcohol.

-Buenas noches, somos de la policía de tránsito, soy el patrullero Escobar Cardona y llevamos a cabo un puesto de control, por favor bajen de la moto y me permite su licencia de conducción y documentos del vehículo- les dijeron los amables agentes.

Eduardo de inmediato se llevó la mano al bolsillo de su pantalón donde tenía su billetera con los documentos requeridos. Al recibirlos, los agentes radiaron la información y comprobaron que la licencia no tenía validez. Eduardo, extrañado por el caso, alegó que dicho documento se lo tramitó un calanchín ubicado en el centro cívico que solo le pidió $100.000 por todo el trámite.

Acto seguido los policías le pidieron a Eduardo que se practicara la prueba de alcoholemia soplando un pequeño artefacto. A sabiendas de las cinco cervezas ingeridas pero creyendo que estaba en sus cinco sentidos (¿alguien conoce a un borracho que acepte su estado?) se negó a la solicitud del agente mientras le decía con voz tramadora –Erda viejo man, déjame ir, no ves que tengo un corone pendiente con la lea- remató el celador mientras que señalaba a Yurleidis con su boca.

-¿Y a mi qué?- le contestó el policía de manera seca a la vez que añadió –Por favor colabóreme con la pruebita de alcoholemia-

-Ey, pero si yo estoy perfecto, yo no estoy haciendo nada malo, míreme, yo soy celador de La República, el edificio que está a dos cuadras de aquí. La gente me eligió celador con cincuenta votos. Cincuenta personas votaron por mi y ustedes me van a faltar al respeto, por Dios, ¿eso qué es?, ¿cómo me vas a hacer esa vaina viejo man? (ver video)

-¿Y a mi qué?, De igual manera, usted no tiene licencia de conducción, no lo estamos tratando mal- sentenció nuevamente el patrullero Escobar Cardona.

-Colabóreme agente, yo le tiro una buena liga y me deja salir de ésta- afirmó desesperado el celador Mengano.

-No nos falte al respeto usted, nosotros solo estamos aquí para hacer cumplir la ley- puntualizó el agente Escobar de manera enérgica.

-Patrullero Escobar, mire que un colega suyo es vecino mío, el agente Rodriguez, llamémoslo y no pasa nada- agregó el celador Mengano. Hurgó en sus bolsillos para sacar su celular, un Nokia 1100, y llamar al agente amigo pero lamentablemente no tenía minutos. Un vendedor de tintos que pasaba y no quiso perderse ni un solo acto del pleito le ofreció la venta de llamadas desde su celular diciendo –A $300 el minuto a todos los operadores-

Eduardo se comunicó finalmente con su amigo, el agente raso Rodriguez, pero éste no pudo socorrerlo. –Que pena viejo Eduard pero las leyes son para cumplirlas- le dijo el uniformado.

-Rodriguez, acuérdate de todos los favores que te hice cuando estabas sin trabajo, acuérdate quien fue el que te prestó plata cuando estabas sin cinco- Insistía el celador Eduardo pero sin resultado positivo alguno.

El celador Mengano colgó resignado, sabía que no tenía otra salida más que acceder a la prueba. Yurleidis, que hasta ese momento no había pronunciado sílaba alguna le dijo –Eduardo, hazte la prueba, tú sabes que hiciste mal en manejar tomado, estos agentes solo están haciendo su trabajo y gracias a ellos las calles pueden estar libres de borrachos al volante. Fíjate que la semana pasada a mi sobrina Lubis la atropelló un tipo que estaba jincho de la pea-.

El celador de La República finalmente accedió y la prueba resultó positiva en grado 1 lo que le llevó a una suspensión de un año sin poder conducir y una multa de dos salarios mínimos. Además su moto, la AKT que compró con tanto esfuerzo, fue llevada en un camión a los patios del tránsito.

Hoy, diez días después de los hechos su moto sigue decomisada ya que no ha conseguido el dinero para pagar la multa y el parqueadero. En su edificio, La República del barrio Colombia, todos se enteraron y pusieron el grito en el cielo. Muchos han pedido su renuncia, mientras que el resto no para de burlarse por los hechos sucedidos.

Toda esta situación le generó un malestar enorme al celador Mengano quien pidió tres días de incapacidad aduciendo estrés. La administradora del edificio al ver su solicitud la rompió en mil pedazos y lo puso de patitas en la calle.

La enseñanza de Mengano fue clara. Si vas a manejar, no tomes. No importa si eres Mengano, Sutano, o Fulano. No importa si eres un simple celador del edificio La República o el Presidente de la nación, las leyes deben ser iguales para todos sin importar tu hoja de vida o tus altas influencias.

Antonio Javier Guzmán P.
ajguz@yahoo.com