martes, 22 de septiembre de 2015

EL deporte y yo



Toda mi vida he practicado alguna actividad deportiva con buena intensidad. Cuando tenía catorce años fui selección Atlántico de fútbol y tuve la oportunidad de jugar junto a Iván René Valenciano, pero el miedo escénico y la falta de amor por ese deporte me impidieron seguir en carrera. También monté en bicicleta y pedaleé hasta sacarle humo a las bielas. Asistía al gimnasio a comer hierro y si bien nunca logré el apetecido six pack me mantenía en forma con un cuerpo atlético y saludable.

Finalmente llegó a mi vida el tenis por casualidad y con él todo fue amor a primera vista. Jugando hasta cinco veces por semana llegué a tener un buen nivel que me permitió conseguir algunos títulos en diferentes categorías y ser uno de los contendores más apetecidos por varios socios de los diferentes clubes privados de Barranquilla.

Toda esta actividad deportiva siempre iba acompañada de la ropa ideal, de marca, que combinara, bien planchada y a la moda. Adicional a eso era consumidor de diferentes suplementos deportivos que me ayudaban a conseguir mis objetivos físicos y deportivos.

La gente a mi alrededor siempre me decía “cuando empieces a trabajar te será imposible seguir con ese ritmo”. Conseguí trabajo y nada cambió. Luego me decían “cuando te cases te saldrá barriga”. Me casé y nada cambió, por el contrario, encontré la compañera perfecta para mis rutinas deportivas. Después me decían “cuando tengas hijos ya no podrás hacer ejercicio”. Pasaron once años de casados hasta que llegó Lucas y ahí sí que tuvieron razón. Desde que nació mi hijo, entre atenderlo a él, los viajes de trabajo, y el trajín del día a día me había sido imposible retomar la actividad deportiva.

El resultado no se hizo esperar y ya me he subido cinco kilos de peso, todos ellos acumulados en una barriga que me ha hecho utilizar nuevos orificios de mis cinturones. Si a eso le sumamos la mala alimentación, las consecuencias han sido terribles. Ya no duermo igual de placentero, me han aparecido dolores en la espalda y rodillas y el subir un piso de escaleras me deja exhausto. Definitivamente los años no vienen solos. Anteriormente si estornudaba quemaba cien calorías, hoy día si me tomo un vaso con agua subo kilo y medio.

Las excusas para no hacer ejercicio abundan: Que si el dinero (el mes en Bodytech debe estar como en $200.000 mensuales), que si el tiempo, que si el cansancio, que si los viajes. Todas y cada una de ellas válidas y podría enumerar muchas más y seguir viendo crecer mi barriga al tiempo de ver deteriorarse mi salud.

Era eso o decidirme a salir de la zona de confort y afortunadamente hace tres meses opté por la última. Cualquier día puse el despertador a las 4:30 am y salí al parque más cercano a trotar. Me dio durísimo la levantada y ni hablar de la actividad física, al día siguiente me dolían desde la planta de los pies hasta las pestañas.

Hoy día sigo trotando, ya no me importa la ropa y me pongo lo primero que caiga, no he logrado pasar de los cinco kilómetros y unas cuantas flexiones y abdominales (nada como para presumir por las redes sociales). Ya no pretendo batir ningún record, ni tener un cuerpo de revista, no vivo de eso y no me interesa, tal vez lo que me inspira sea volver a jugar tenis. Si lo logro, bien, si no, puedo vivir sin ello.

La barriga sigue ahí, pero, ¿saben qué?, desde la primera vez que retorné me he sentido fantástico, mis días transcurren con más energía, mi confianza y fuerza de voluntad van en ascenso y como bono adicional mi salud se ha visto beneficiada.

No ha sido fácil, todavía las madrugadas me matan y a veces pierdo la batalla, pero esta guerra es de día a día, tal cual como la rehabilitación de los alcohólicos. Si tú que me estás leyendo también estás librando este embate, ¡ánimo!, la tarea es dura pero la recompensa es fabulosa. Cuando se quiere, todo se puede. Nuevamente, ¡ánimo!

Antonio Javier Guzmán P.