Después de almorzar unos
suculentos guandúles con carne sala´ que preparó mi madre con mucho esmero y
dedicación, mi esposa, mi hijo, dos parejas de amigos y yo nos fuimos a un
centro comercial cercano a comernos un postre. Luego de ver todas las opciones
nos decidimos por un helado en Crepes & Waffles.
Confieso que estaba a reventar y
estuve a punto de no ordenar nada pero el cono doble que eligió uno de mis
amigos se veía tan apetitoso que terminé pidiendo uno igual y devorándolo en el
acto.
Al cabo de media hora ya mi
estómago sufría el rigor de semejante vianda pero teniendo claro la reputación
de los fétidos gases que provocan los guandúles hice de tripas corazón por no
dejar escapar ninguno. Los retorcijones se hicieron cada vez más fuertes y
seguidos y de inmediato empecé a sudar frío.
Pasado quince minutos tenía claro
que no podría seguir aguantando por lo que empecé a ver dónde estaba ubicado el
baño más próximo. Antes de partir a la búsqueda de mi salvación, sentí que un
gas se acercó justo a la salida y no tuve otra cosa que hacer más que apretar
los esfínteres con toda mi fuerza. Sin embargo, todo fue en vano y sentí como
éste se escapaba haciendo un “sssss” prácticamente inaudible para todos mis
acompañantes.
Por un momento pensé que el
desafortunado hecho iba a pasar desapercibido, pero de repente llegó a mi nariz
el nauseabundo olor propio de quien se ha, literalmente, zampado dos palanganas
de sopa de guandúles verdes. Creí que mis amigos no se habían dado cuenta pero
de inmediato mis amigos arrugaron sus caras y se veían entre si buscando el
culpable para castigarlo con el escarnio público. Eche, como si ellos no pearan
y tuvieran cuerpos gloriosos.
De igual manera, no estaba
dispuesto a ser descubierto por lo que me uní a ellos con la cara de asombro y
llevando mi mano a la nariz dije en tono enérgico “¡fooo!”. Estaba a punto de
salir invicto cuando Lucas, quien no fue ajeno a sentir la pestilencia en el
ambiente tomó a Iveth por la falda y halándola varias veces para llamar su
atención le dijo a todo pulmón con la inocencia propia de un niño de tres años
–mamá, mamá, huele a peito de papi-.
@ajguzman