jueves, 17 de marzo de 2016

El gato predispuesto


Me encontraba en mi casa descansando luego de una larga jornada laboral cuando de repente alguien tocó a mi puerta. Era mi vecino que me solicitaba un gato hidráulico para reparar la llanta de su vehículo. Se lo presté sin objetar pero recalcándole que me lo devolviera tan pronto lo terminase, ya que al día siguiente debía viajar a Cartagena y no podría salir sin dicho aparato.

Pasada media hora caí en los brazos de Morfeo y me vecino nunca llegó. Me desperté bien temprano, me alisté y salí raudo en mi carro con rumbo hacia La Fantástica. Iba feliz, escuchando clásicos de los ochentas, cuando recordé que mi vecino no me había devuelto el bendito gato. De inmediato el humor me cambió, lo maldije unas cuantas veces y varios pensamientos negativos invadieron mi cabeza. –¿Y si me espicho o me para la policía de carreteras qué voy a hacer?- pensaba al tanto que lamentaba haber tenido el buen gesto con mi vecino y no estar atento a la devolución.

Seguí mi camino resignado mientras veía retenes imaginarios en cada curva, hasta que uno de ellos si era de verdad. –Juemadre me van a parar- me dije. Y si, parece que cuando uno no lleva sus documentos en regla portara un letrero gigante y fluorescente que dice algo así como “Señor policía: Estoy caído, por favor deténgame y póngame una multa”.

El agente de tránsito me pidió los papeles y al estar todo en regla me solicitó mostrarle el equipo de carretera. Cuando no vio el gato me preguntó por él y al escuchar mi respuesta me dijo en tono burlesco: Le pondré un comparendo, quien lo manda a prestar sus cosas y no estar pendiente de que se las devuelvan.

Tomé mi multa y salí de ahí echando chispas. -Todo por ser un buen vecino- pensaba agregando –la próxima vez le prestará el gato su señora madre-. Llegué a Cartagena, realicé las visitas pendientes y cuando terminé me dispuse a regresar a Barranquilla justo antes de caer la noche.

Nuevamente carretera, retenes imaginarios, retenes reales pero esta vez salí airoso sin que me detuviesen. El colmo sería que me ganara una multa dos veces por la misma causa en un mismo día.

Ya estaba retomando mi optimismo cuando pensé –la verdad me salió barato, al menos no me espiché-. No acaba de decirme esto cuando siento un ruido como de una pequeña explosión en la parte trasera de mi carro y de inmediato la dirección se volvió inestable. Me detuve y efectivamente era lo que temía. Una de las llantas de atrás con hueco enorme producto de un clavo en la vía.

La carretera estaba completamente sola, no había nada cerca, ni estaciones de servicio, ni casas, ni negocios, nada de nada. Era como si estuviese en medio del desierto. La noche le ganó al día y la oscuridad reinaba en ese momento. Miré mi celular y ni una pinche rayita de señal. –Nojoda, falta que me orine un perro- me dije. Esperé durante horas a que pasara un carro pero nada, cuando vi el reloj ya eran las diez de la noche.

Miré hacia todos lados y a lo lejos vi una tenue luz encendida que parecía ser un pequeño rancho. Estaba como a unos dos kilómetros pero era mi única salvación. Cerré mi vehículo con llave y caminé por un pequeño sendero con la esperanza de encontrar una ayuda a mi problema.

En el camino me iba hablando a mi mismo. –Seguro el que vive ahí tiene un gato que me pueda prestar-. A mitad de camino seguía pensando –Nombe, ese man no creo que tenga un gato, ¿para qué lo tendría, si ni carro debe tener?, además, si vive por acá solo y aislado del mundo debe ser un tipo resentido de la vida, amargado, y si tiene un gato lo más seguro es que me restriegue en la cara mi error de haberlo prestado, me dirá pendejo, huevón, ¿quién te manda?, igual que el policía, se reirá de mi en mi cara y no querrá ayudarme, de de seguro estará durmiendo y me culpará de haberlo despertado-.

A cada paso que daba me sentía a punto de estallar y a mi cabeza no paraban de llegar pensamiento negativos cuando me topé con la puerta del viejo rancho. La toqué fuerte y con mucha rabia, casi a punto de tirarla. Al minuto salió un viejo con cara de asustado y tan pronto lo vi le dije en tono fuerte y enérgico -¿sabes qué?, ¡metete ese gato por el culo!- y me fui de ahí a toda marcha.

@ajguzman